Es muy curioso este país donde vivimos, aunque podría extenderlo al continente. La mitad de la población, si no más, funciona como hace más de 50 años, como poco. En las grandes ciudades, donde se suma un porcentaje grande, pero no mayoritario de la población de España, nos escandalizamos de muchas cosas que dicen a veces, cuando sabemos perfectamente que no existen, como alguien abatido a escopetazos o eso del machismo en este tan avanzadísimo siglo XXI.
Y vaya, hace nada tampoco nadie se podría creer que en España hubiera corrupción, y ahora resulta que eso es sólo de "la clase política", clase que no comprende ciudadanos como otros cualquiera, son otra cosa. Fíjate, como puede ser eso con lo legales que somos todos, que no hacemos trabajitos en negro, ni compramos sin pagar el IVA, ni llamamos a la parienta con el teléfono del trabajo, ni usamos el coche de empresa para uso privado ni nos llevamos material de oficina a casa sin camino de vuelta. A veces, material de oficina es sinónimo de material informático.
Cuando ya te empiezas a ver canas y te has dado algún paseo por aquí y por allá, ves que todo lo que dicen en los medios es mentira, que esos logros sociales que algunos se vanaglorian de haber conseguido no existen y que lo que hay es lo que siempre ha habido. Lo más obvio es que muchas mujeres siguen de amas de casa con su marido llevando el único sueldo, las que trabajan cobran menos que los hombres, y sigue habiendo abusos laborales tan leves y poco irónicos como que algunas feministas que por casualidades de la vida acaban teniendo una empresa llegan a despedir a las empleadas en el momento en que les dicen que están embarazadas. Coño, si estás trabajando no folles. Todo el mundo sabe que si firmas un contrato no puedes tener vida privada.
Y ciertamente no tenemos vida privada. Si nos hacen la vida fácil, ¿para qué tenemos que prestar atención a nuestras libertades? A veces sí lo hacemos, cuando alguien nos dice que hay que ir a una manifestación, por supuesto que vamos sea de lo que sea, que así nos saltamos una clase. Y así, al instalar un juego gratuito en el móvil, por supuesto que le damos permiso a todo lo que pida y aceptamos vender nuestra alma.
¿Seguro que es gratis? Parece ser que hasta el inofensivo jueguecito de los pájaros cabreados nos vigila. Si compramos un ordenador con sistema operativo propietario que se incluyen gratis (ah, no, no puede ser, ¿que se paga?), hay que aceptar la licencia sin leerla, qué pérdida de tiempo, con la cantidad de texto que hay. Y sobre todo, hay que activar el GPS siempre y tener siempre cobertura y datos en el móvil, que si no el asistente no me dice donde tengo que mear, y aceptar todo lo que pida sin pestañear, que para eso está la ley de protección de datos, para que los grandes monopolios no se guarden datos nuestros y las telefónicas no guarden todo lo que hemos hecho durante dos años.
Pero todo va perfecto, el gobierno ha hecho los deberes y vivimos en la sociedad del bienestar, donde dentro de nada no habrá paro, nuestro sistema educativo será el mejor de Europa, la sanidad también y todos seremos felices. Como somos tan modernos, vistámonos de bandera de EEUU (que de rojo y gualda es cutre, o no, es facha, aunque en 1785, de cuando data la actual nuestra, yo diría que ese término no se había inventado) y dejemos estar esas ordinarieces nuestras de ese pasado franquista y reaccionario y vamos a disfrazarnos de gilipollas en halloween, que nadie sabe que coño es, pero invitan a entrar gratis en las discotecas, oiga
Como aquí no hay rebajas, segundas rebajas ni terceras varias veces al año, ni la semana fantástica del tajo británico, ni el día sin IVA del tontolabarkt o del lenguametlan, o el día del socio, abonado, o enmerdado, la economía no se mueve, no hay consumo, etc, y no se petan las terrazas de los bares, vamos a ponernos todos de acuerdo como buenos hermanos e inventemos el Black Friday. Pero hagámoslo en plan persecución al agarrao que no quiera comprar, como una gestapo cualquiera. Ah, que no lo hemos inventado, por eso es nombre raro. No lo traduzcamos porque igual es que es nombre propio de un yanki, o no, va a ser porque suena a gilipollez. Aunque para mí que suena a gilipollez igual, sea en inglés, francés, italiano o español. Lo importante es que está de oferta con un 50% de descuento, casualmente al mismo precio que hace dos semanas. Corre, que se lo llevan.